El arresto de Jesús
escrito por Mateo (un recaudador de impuestos)* en Mateo 26:47-27:31, ~5 mins
47 Mientras hablaba llegó Judas, uno de los 12, acompañado por mucha gente con espadas y garrotes de parte de los sacerdotes y ancianos del pueblo. 48 El que lo entregaba les dio una señal: Al que yo bese, Él es. Arréstenlo. 49 Enseguida, al acercarse a Jesús, dijo: ¡Te saludo, Maestro! Y lo besó ostentosamente.
50 Jesús le dijo: ¡Compañero, a lo que vienes!
Entonces se acercaron, pusieron las manos sobre Jesús y lo arrestaron.
51 Pero uno de los que estaban con Jesús, sacó su espada, atacó al esclavo del sumo sacerdote y le amputó la oreja.
52 Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman espada, a espada perecerán. 53 ¿O piensas que no puedo invocar a mi Padre, y ahora mismo pondría a mi disposición más de 12 legiones de ángeles? 54 Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras las cuales dicen que así debe suceder?
55 En aquella hora Jesús dijo a la muchedumbre: ¿Como contra un bandido salieron ustedes a arrestarme con espadas y garrotes? Cada día me sentaba y enseñaba en el Templo, y no me arrestaron. 56 Pero todo esto sucedió para que se cumplieran las Escrituras de los profetas.
Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
57 Los que arrestaron a Jesús lo llevaron ante el sumo sacerdote Caifás, donde estaban reunidos los escribas y los ancianos.
58 Pedro lo seguía de lejos, hasta el patio del sumo sacerdote. Después de entrar, se sentó con los guardianes para ver el fin.
59 Los principales sacerdotes y todo el Tribunal Supremo buscaban un falso testimonio contra Jesús para matarlo. 60 Pero, aunque se presentaron muchos testigos falsos, no lo hallaron.
Finalmente, al presentarse dos, 61 dijeron: Éste dijo: Puedo derribar el Santuario de Dios y reconstruirlo en tres días.
62 Entonces el sumo sacerdote se levantó y le preguntó: ¿Nada respondes a lo que testifican estos contra ti?
63 Pero Jesús callaba.
Entonces el sumo sacerdote le dijo: ¡Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios!
64 Jesús le contestó: Tú mismo lo dijiste. Y además les digo: Desde ahora verán ustedes al
Hijo del Hombre sentado a la mano derecha del Poder, y que viene sobre las nubes del cielo.
65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus ropas y dijo: ¡Blasfemó! ¿Qué necesidad tenemos aún de testigos? ¡Ahora mismo ustedes oyeron la blasfemia! 66 ¿Cómo les parece? Ellos respondieron: ¡Es reo de muerte!
67 Entonces lo escupieron en el rostro y le dieron puñetazos. Otros le dieron bofetadas 68 y decían: ¡Profetízanos, Cristo! ¿Quién es el que te golpeó?
69 Pedro estaba sentado afuera en el patio. Se le acercó una esclava y le dijo: ¡Tú también estabas con Jesús el galileo!
70 Pero él negó delante de todos: ¡No sé de qué hablas!
71 Al salir a la puerta, otra lo vio y dijo a los que estaban allí: ¡Éste estaba con Jesús nazareno!
72 Otra vez negó con juramento: ¡No conozco al Hombre!
73 Después, se acercaron los que estaban por ahí y dijeron a Pedro: En verdad tú también eres de ellos, porque hasta tu manera de hablar te delata.
74 Entonces comenzó a maldecir y a jurar: ¡No conozco a ese Hombre!
Enseguida un gallo cantó. 75 Pedro se acordó de la Palabra de Jesús, Quien le dijo: Antes que un gallo cante, me negarás tres veces. Y salió afuera y lloró amargamente.
27 Al llegar la madrugada, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en consejo contra Jesús para matarlo. 2 Después de atarlo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el procurador.
3 Entonces Judas, el que lo entregó, al ver que fue condenado, sintió remordimiento. Devolvió las 30 piezas de plata a los principales sacerdotes y ancianos 4 y dijo: Pequé al entregar sangre inocente.
Pero ellos dijeron: ¿Y a nosotros qué? ¡Allá tú!
5 Después de tirar las piezas de plata en el Santuario, se retiró. Luego fue y se ahorcó.
6 Los principales sacerdotes tomaron las piezas de plata y dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro por cuanto es precio de sangre. 7 Tomaron consejo y compraron con ellas el campo del alfarero como cementerio para extranjeros, 8 por lo cual fue llamado Campo de Sangre hasta hoy.
9 Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías:
Tomaron las 30 piezas de plata, precio del Valorado, a Quien los hijos de Israel le fijaron precio, 10 y las dieron por el campo del alfarero, como el Señor me ordenó.
11 Jesús fue llevado ante el procurador Pilato, quien le preguntó: ¿Eres Tú el Rey de los judíos?
Jesús respondió: Tú lo dices.
12 Al ser acusado por los principales sacerdotes y los ancianos, Él nada respondió.
13 Pilato entonces le preguntó: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra Ti?
14 Pero no le respondió ni una palabra, hasta el punto de asombrar en gran manera al procurador.
15 Ahora bien, en cada fiesta el procurador acostumbraba soltar un preso a la multitud, el que quisieran. 16 Entonces tenían un preso famoso llamado Barrabás.
17 Al reunirse ellos, Pilato les preguntó: ¿A quién quieren que les suelte: A Barrabás o a Jesús, el llamado Cristo? 18 Porque sabía que por envidia lo entregaron.
19 Cuando él estaba sentado en el tribunal, su esposa le mandó a decir: No te metas con ese Justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños a causa de Él.
20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud para que pidieran a Barrabás y mataran a Jesús.
21 El procurador les preguntó: ¿A cuál de los dos quieren que les suelte?
Ellos dijeron: ¡A Barrabás!
22 Pilato les preguntó: ¿Qué hago a Jesús, el llamado Cristo?
Dijeron todos: ¡Que lo crucifiquen!
23 Él insistió: ¿Pues qué mal hizo?
Pero ellos gritaban aún más: ¡Crucifíquenlo!
24 Al ver Pilato que nada se lograba, sino más bien se formaba un alboroto, tomó agua, se lavó las manos delante de la turba y dijo: ¡Soy inocente de la sangre de Éste! ¡Allá ustedes!
25 Todo el pueblo respondió: ¡Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!
26 Entonces les soltó a Barrabás. Después de azotar a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado.
27 Los soldados, después de llevar a Jesús a la residencia oficial del procurador, reunieron a toda la tropa alrededor de Él. 28 Después de desnudarlo, le pusieron un manto escarlata. 29 Luego, trenzaron una corona de espinas y la pusieron en su cabeza. Colocaron una caña en su mano derecha. Lo ridiculizaban, se arrodillaban ante Él y le decían: ¡Honor a Ti, Rey de los judíos! 30 Lo escupieron, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza.
31 Cuando lo ridiculizaron, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron para crucificarlo.